viernes, 6 de enero de 2012

Amor de constelación

"Orión abrió la boca y se tragó a la niña entera. Ella pensó que la boca dentada le destrozaría los huesos, pero resultó que el interior de Orión también estaba hecho de estrellas.
Nada podía herirla ahí dentro.

"Nada podía herirla por dentro.
Aunque su interior fuera un caos. 
Nunca había tenido prisa por ordenarse a sí misma, y ahora que había sido engullida por Orión, todas las inquietudes que había sentido, la presión, el movimiento frenético de todo... carecían de sentido.

"Dentro de Orión se oía como bajo el agua, y los latidos de su corazón herido, arrítmicos, muy de vez en cuando.
Se sentía a gusto en su interior, pero sabía que si se dejaba ir, moriría.


"Su historia de amor había comenzado cuando ella era pequeña. Aprendió por sí sola los meses en que podía ver a Orión en el cielo desde la ventana de su habitación.
Giraba la cabeza en la almohada y dormía al revés en la cama para ver la gran cara que se imaginaba le devolvía la mirada sin juzgarla.
La mirada blanca y silenciosa que le observó durante años dormirse tranquila o furiosa, llorar en la intimidad de su refugio o tocarse pensando en sus amantes.
En ocasiones le pedía que la llevara con él, lejos de todo lo demás. Luego se dijo que eso era cobarde y aprendió poco a poco a sobrevivir a la rutina. Pero Orión no olvida nunca.

"Y por tener el corazón de gigante tan herido, decidió arrancarla de la cama y tragársela, aunque hicieran años de su última plegaria. Lo hizo justo en ese momento porque ella había decidido crecer del todo y olvidar. Orión tenía tanto miedo al olvido que prefería matar a la única criatura que le había amado de verdad durante miles de años antes que difuminarse en el cielo en un sinsentido de motas brillantes.

"La única manera de salir del interior del gigante.
La niña hizo de tripas corazón (un corazón enorme que latía imparable, como una avalancha que sabe que no tiene un fondo al que llegar), y acuchilló el interior de Orión con todas sus fuerzas.
Inmediatamente éste se desgarró y se vació por todas partes, liberándola.
La niña se arrastró lejos de él, mirando como sangraba luces verdes pero sin ser capaz de remediar su sufrimiento. El gigante la miró con sus cuentas blancas relucientes, y en el fondo entendió. 

"Jamás sabría amar y por eso debía morir."




Deprisa, se te acaban los meses por este año para viajar al Norte y observar la sangre de Orión. Deja que te inunde, que te sobrepase, que te toque por dentro y que te alce sobre todo lo demás.
Siempre hay esperanza para el que no sabe amar. Compasión, paciencia, comprensión.



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