miércoles, 2 de noviembre de 2011

De elskende som lurte dødens tjener


Los caminos que tomo últimamente están siempre llenos de niebla, y cubiertos de hojas naranjas, amarillas, rojas y marrones. Aunque sea de día, la gente que pasa por los caminos lleva farolillos para no perderse, me recuerdan al desgraciado Diógenes que hace ya meses que no vuelve por su tinaja.
Caminando por una carretera recta, apareció una figura oscura e inmóvil ante mí. Me acerqué con cuidado, y respiré aliviada al comprobar que solo se trataba de una gran roca. Me di cuenta de que había runas inscritas al tiempo que la niebla se hizo más densa y comenzó a empaparme.
Un farolillo se acercó hasta donde estaba, y su dueña, una niña de unos diez años y largas trenzas doradas, se paró a observar la piedra junto a mí.


-Es una hermosa historia- dijo, al cabo de unos minutos. Por su manera de hablar y de mirarme me percaté de que no era humana, y ciertamente no tan joven como aparentaba su disfraz.
-Las runas son hermosas, pero no sé descifrarlas- dije despacio, con el corazón latiendo fuerte.
Los ojos de la niña brillaron.
-Te las leeré- sugirió. Asentí, consciente de lo peligroso que es tanto aceptar como rechazar el ofrecimiento de una criatura del bosque.


-Es parte de una historia que tiene muchos nombres, pero se conoce como "historien om draugar og huldra", la historia del draugar y de la huldra.


Cuentan que un día un hombre despertó en el medio del bosque convertido en draugar. Su cuerpo parecía humano, pero era azul oscuro y tan pesado que tardaba horas en moverse. Tenía un apetito voraz por todo lo que había a su alrededor, pájaros, ciervos, incluso troncos de los árboles y hasta rocas. Cuando captó su propio olor se dio cuenta también de no respiraba y su corazón no latía. Pero, como todos saben, los draugar no  están muertos del todo. Esto le hizo pensar durante horas sentado en el suelo del bosque, bajo la lluvia, pero inútilmente, porque no recordaba quién era ni cómo había muerto.


Ante él se apareció una figura hecha de sombras, con una gran sonrisa de dientes afilados, que lo saludó cálidamente. Si el draugar hubiera sido un hombre, hubiera recordado todas las historias que sus padres le contaron, pero el draugar no tenía memoria y se confió al espíritu de sombras. Éste le dijo que su cuerpo de hombre estaba en algún lugar del bosque, y que para volver a vivir debía encontrarlo y averiguar su nombre. Pero había una criatura malvada guardando su cuerpo, la misma criatura que lo había matado.
El draugar en seguida sintió odio hacia su asesino y preguntó al espíritu donde podía encontrarlo. El espíritu sonrió y lo llevó a través de las rocas a un claro en el bosque.



"No dejes que hable, es una criatura que te hipnotizará y te hará su siervo. Aunque lo parezca, no tiene sentimientos. Recuerda, debes preguntarle tu nombre, y si deseas su muerte, la única manera de conseguirlo es quemándola en una hoguera."


El draugar esperó durante dos días y dos noches, y al tercer amanecer apareció su asesino.
Se trataba de una bella mujer desnuda de pelo claro largo y enredado, y ojos verdes.
El draugar estaba confuso, y sin saber porqué, sintió amor por la mujer y deseos de poseerla. Pero entonces la mujer se dio la vuelta, mostrando una larga cola de vaca y un enorme agujero en su espalda, con aspecto de un tronco de árbol vacío. Se trataba de una huldra, una criatura astuta y maligna de los bosques que rapta a hombres y mujeres para llevarlos al inframundo.


Recordando las palabras del espíritu de sombras, el draugar intentó atrapar a la huldra, pero ella ya se había percatado del hedor a muerte, y rápidamente ató una cadena de hiedras alrededor de su cuello. No contestó a las preguntas del draugar, a pesar de las amenazas o las súplicas. 
Lo arrastró con una fuerza sobrehumana por los bosques durante años. 
Parecía que buscaba algo. Hablaba con los árboles más antiguos y las cascadas más puras, les susurraba durante mucho tiempo, hasta que al final extraía una pequeña bola de luz que inmediatamente guardaba en el gran agujero de su espalda.
La huldra nunca hablaba al draugar, y si lo miraba se le llenaban los ojos de lágrimas, con lo que a él le parecía imposible lo que había dicho el espíritu de las sombrar sobre la maldad de su captora.


Un día, se encontraron un ciervo blanco que brillaba con la lluvia. Ante el poder que el ciervo manifestaba, la huldra se tiró al suelo suplicando entre lágrimas en una lengua desconocida. El ciervo escuchaba sin decir nada, y finalmente alzó la mirada al cielo, abrió la boca, y de ella salió una gran esfera de luz brillante.
Cuando la huldra iba a cogerla, apareció de la nada el espíritu de las sombras, y se la arrebató. Al querer recuperarla, la huldra soltó sin querer la cadena de hiedras, liberando al draugar. Éste, en vez de huír o matar a la huldra, sujetó al espíritu de sombras por el cuello, pues a lo largo del tiempo había pasado a enamorarse de su captora.
Solo los draugar pueden mandar a las sombras al inframundo para siempre, así que apretó sus manos alrededor del cuello hasta que se convirtió en humo, y solo quedo la bola de luz.


La huldra sacó del agujero de su espalda las cientos de perlas de luz que había recolectado a lo largo de diez años, y luego un gran bulto de pieles de zorro que no parecía que hubiera cabido dentro del hueco del tronco.
Cuando la huldra separó las telas, el draugar ahogó un grito al verse a sí mismo: era su cuerpo humano. 
La huldra hizo que el cuerpo tragara todas las perlas de luz una a una, y el draugar fue aspirado hasta hacerse uno con el cuerpo.


Cuando abrió los ojos, estaba respirando y su corazón latía, y recordaba su nombre, Rune. Recordaba que jamás debes decirle su nombre a un draugar o morirá del todo porque no tiene nada más que le ate a este mundo. Recordaba que la huldra se llamaba Signe y que se habían amado desde que eran niños.
Celoso de su amor, el espíritu de las sombras había intentado seducir a Signe, pero ella se había negado. En venganza, el espíritu mató a Rune. Pero Signe, que conocía magia antigua, consiguió convertirlo en draugar y llevar el cuerpo de su amado consigo hasta conseguir las bendiciones de todos los seres sagrados del bosque para devolverle la vida.


Reunidos por fin, Rune y Signe vivieron felices para el resto de sus días. 


Y ésa es la historia que demuestra que las huldras pueden ser seres bondadosos.






-¿Qué te ha parecido?
-... una historia magníficamente contada- tragué saliva, pálida.
La niña me sonrió.


Tuve que darle todas las cosas de valor que llevaba para poder irme con vida, y caminar descalza el resto del camino.




*
 

camina, camina...

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... y camina

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desde los cielos, hasta..

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the end of St.Petesburg

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