martes, 25 de junio de 2013

Cuentos de los abuelos (parte III)


"... Hacía catorce años que no entraba a rezar en la iglesia donde nos casamos, siempre pasaba por delante y siempre estaba cerrada. Pues un día que pasé por allí y la vi abierta entré para dar gracias por nuestro matrimonio. Había que rezarle a San Expedito, pero lo gracioso era que yo no sabía ni quién era ni porqué diantres estaba vestido de romano..."

(San Expedito, el santo de las causas justas y urgentes,
 que de no resolverse de forma inmediata provocarían gran perjuicio. 
También es el patrón de los jóvenes, socorro de los estudiantes, 
mediador en los procesos y juicios, salud de los enfermos, 
y protector de los problemas de familia, laborales y de negocios. 
Un poco de todo, vamos.)



"... en mi época las chicas que ya habían tenido un novio no me valían, no me interesaban, ni a mí ni a cien otros que pensaban como yo. Queríamos ser los primeros, ¿me entiendes? Los primeros."



Y sobre todo una hija que le dice a su madre que no quiere vivir la vida que ella vive. Ante eso, más de veinte años después, los ojos se nublan cuando se asegura en voz alta que uno cree que ha sido buen marido y buen padre, y no recibe respuesta.

No quiero olvidar lo hondo que nos caló a los dos.
Somos quienes somos. Y yo sí doy gracias por ti.


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