Sobre la madurez o inmadurez (¡ajena!)

Hmmm... Empezaré diciendo que qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno.
Es tan pero que tan fácil, que es lo único que me apetece hacer ahora mismo, ¿eh? ¿Alguna objeción? No, ¿verdad?

Me fascina la falta de madurez en gente con edad suficiente para tenerla. Es razonable que todo el mundo pierda la perspectiva de una situación que se vuelve de repente muy importante en su mente de vez en cuando.
Pero cuando esto se vuelve la norma general... yo creo sin duda alguna que estos personajes se vuelven totalmente caricaturescos.
Que me hacen una gracia tremenda, vamos.

Adoro los prejuicios absurdos que llegan a tener, me maravillan las pretensiones que tienen sobre sí mismos, me fascinan sus argumentos de lógica tan retorcida o tan asombrosamente simple, me divierten sus gestos y sus reacciones extremos e innecesarios.

¡Son los mejores políticos! Intentos desesperados de convencer al resto de la gente que su realidad es la única verdad. Oh, cómo se esfuerzan y se retuercen por convencernos a todos, y cuanto más inverosímiles son sus condiciones, más frenético se vuelve el baile... más gracioso, jodidamente gracioso.

Antes encontraba en mí misma cierta oposición a esta gente, me molestaba hasta límites insospechados, hasta que me di cuenta de que es la risa la que contrarresta su ridiculez, elimina todas esas pretensiones que estas pobres personas confusas llegan a tener, y puede que incluso les devuelva parte de la objetividad: No sois tan importantes.

Viva lo ridículo y lo gracioso, chicos. Disfrutad de todo en esta vida, incluso de estas personas en ocasiones tan especialitas.



No es cierto que no vea la viga en mi propio ojo. La persona con la que menos paciencia tengo es conmigo misma, y por eso soy incapaz de que mi propia inmadurez me produzca risa. Por mis propios defectos es por lo que, a veces, soy intolerante con los demás. Porque yo he tenido que aprender que debes hacer lo que debes hacer, actuar como un adulto, mantener la compostura, ser educado y generoso, y he aprendido que no hay NINGUNA excusa que valga para justificar que te comportes como un crío de cinco años.
He aprendido que tengo que apechugar con todas las decisiones que he tomado, y con todo lo que he hecho y sido en mi vida.
Si yo he tenido que aprender, en mi intolerancia, no entiendo porqué los demás no pueden aprender también.

Por eso, a esta gente que le cuesta, no sabe comportarse, en el fondo solo puedo decirles lo siguiente: