Se sentó en la parte del final del bus, cosa a la que no estaba acostumbrada. Allí, lejos de las miradas de todos y entre las quemaduras de plástico de los asientos, rayazos en el cristal y un pseudograffiti que ponía "sexo", se dio cuenta de un cosquilleo en el codo bastante incómodo.
Resultó ser una hormiga.
Se la quitó de un golpe, pero miró para la ventana y allí había otras dos, y detrás de ella había muchas más... Suspiró.
Parecía que la chica hormiga había vuelto.
En el fondo la chica hormiga es bien maja. Es cierto que se siente muy pequeña, pero siempre se fija en los mini detalles (es la que le enseñó lo fantástico que es el simple hecho de respirar). Al llegar no podía dejar de sonreír ante la extraña neblina del cielo.
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