Siempre olvido que el viaje en tren de C. a F. es tan bonito que casi dan ganas de llorar.
Cualquiera es capaz de abstraerse y sentir el paso de los años sobre todas esas tierras, intuír todo lo que ha moldeado la vida aquí.
El viaje siempre significa reencuentro, y mis sentimientos, que podían parecerme terriblemente banales hasta ese momento, de repente tienen validez, y me honra como ser humano buscar la manera de sentirme mejor.
Mis sentimientos tienen ese punto de legendario, de saber que llevan generaciones en mi familia, y recupero la esperanza de resolver los problemas y conservar lo que me hace feliz.
Todo porque el cielo y las nubes, los campos, los bosques, las rías, los barcos, la niebla saliendo de los montes, la luz, tan extraña, tan nítida, las iglesias y los cementerios... parecen tener un significado diferente si se ven desde el tren.
Es posible ver pasar de largo muchas vidas, y sentirse muy pequeño y muy tranquilo al mismo tiempo.
Creo que es lo mejor que puedo hacer por mí misma, viajar en tren, ponerme en contexto, y devolver a mis pensamientos el tamaño que realmente deberían tener.