Al principio se divertía poniéndoles nombres, aprendiéndose las diferencias en la coloración, la forma, la delicadeza del vuelo de cada una, pero por supuesto que acabaron volviéndose demasiadas, y ahora las deja revolotear a su antojo, haciendo gestos suaves para apartarlas de vez en cuando de los pomos de las puertas, los cordones de los zapatos, o sus tostadas.
Muchas veces, y solo por diversión, a las mariposas les da por brillar por la noche, y la Chica Mariposa debe esconderse debajo de las sábanas para conseguir conciliar el sueño. Además, sienten una gran atracción por su cara, en especial por sus ojos, con lo que en todo momento tiene por lo menos diez de sus amigas posándose sobre ella, sobre sus labios, sus pestañas, la punta de su nariz...
Hacen un murmullo agradable cuando revolotean todas juntas, formando figuras vibrantes de significado secreto.
La Chica Mariposa disfruta especialmente viéndolas desenroscar sus pequeñas lenguas rizadas.
"Ven acá, tú."
Si algo sabe la Chica Mariposa sobre sí misma, es que jamás podría vivir sin ellas.
Siempre se acostumbra a verlas, se olvida incluso de que existen, hasta que una mañana abre los ojos y de repente eso que tan bien conocía se vuelve nuevo otra vez. Y no se puede negar, es una vista espectacular. Tanto que le agita por dentro recordar quién es tan de golpe.
Sí, lo habéis adivinado. Mariposas en el estómago.
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¿Qué os parece?
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