Éstas son mis tan bien amadas diatomeas. Microscópicas, inofensivas, únicas :)
¡Flotan en el agua! Y estoy bastante segura de que no son conscientes de que existimos.
Y un poco así eres tú para mí.
Microscópica (porque qué pequeñas somos, en realidad, y qué bello es ser así), inofensiva pero con un equilibrio perfecto entre vulnerabilidad y fortaleza (porque no sé si lo sabías, ¡las diatomeas están hechas de sílice!), y única. Con tu forma, tu color y tu ritmo. Una especie totalmente diferente, ¿te lo han dicho alguna vez?
Debe de haber muchas maneras de aprender a ser feliz. La mía se basa en las cosas pequeñas, y hoy después de tanto tiempo, todavía puedo decir que tú eres una de esas cosillas que me hacen sonreír. De vez en cuando me hace falta recargarme las pilas de ti, poder parar, coger aliento y seguir adelante sin cambiar mi opinión sobre cómo somos y debemos ser, sobre lo que es importante y lo que no. Es más, me re-convences de que si algo vale la pena para nosotras en este mundo, es mirar la vida como lo hacemos tú y yo.
Si lo miras objetivamente, somos unos pocos de tantos y de tantas, pero, eh, gracias a que estamos flotando por ahí, el agua está llenísima de puntitos brillantes.
En la primera fase, el cerebro entra en un período de hiperactividad como resultado de que la sustancia abandone el cuerpo.
Síntomas de desintoxicación son irritabilidad, ansiedad, e incluso temblores.
De pronto, no se puede dejar de pensar en la droga.
La mayor parte de los adictos no superan esta fase. El sentimiento de necesidad de la droga es tan grande que se pueden llegar a desechar todas las decisiones anteriormente tomadas. La segunda fase de la abstinencia es en la cual el cuerpo empieza a sentirse mal y a sufrir realmente. Pero como no es el caso, no entraré en detalles. En la tercera y última fase, la situación se estabiliza. El cuerpo alcanza un nuevo equilibrio sin la droga.
Los síntomas de la abstinencia suelen empeorar antes de empezar a mejorar.
Aunque por fuera parece que te estás incendiando... miradas de hielo. (Pero además, de ese hielo tan frío que quema, tanto, que puedes verme estallando en miles de cristales de agua congelada, a pesar de que hasta ese momento mi cabeza también haya estado ardiendo... tu mirada no puede derretirse, tu cuerpo no puede enfriarse... No dejo de sonreír, pero me supera. Haz lo que quieras de mí.)
La Chica Mariposa vive, obviamente, allí donde las mariposas nunca mueren. Por eso tiene la casa tan llena de estos lepidópteros, todos los muebles cubiertos, la ropa y el pelo adornado... Al principio se divertía poniéndoles nombres, aprendiéndose las diferencias en la coloración, la forma, la delicadeza del vuelo de cada una, pero por supuesto que acabaron volviéndose demasiadas, y ahora las deja revolotear a su antojo, haciendo gestos suaves para apartarlas de vez en cuando de los pomos de las puertas, los cordones de los zapatos, o sus tostadas. Muchas veces, y solo por diversión, a las mariposas les da por brillar por la noche, y la Chica Mariposa debe esconderse debajo de las sábanas para conseguir conciliar el sueño. Además, sienten una gran atracción por su cara, en especial por sus ojos, con lo que en todo momento tiene por lo menos diez de sus amigas posándose sobre ella, sobre sus labios, sus pestañas, la punta de su nariz... Hacen un murmullo agradable cuando revolotean todas juntas, formando figuras vibrantes de significado secreto. La Chica Mariposa disfruta especialmente viéndolas desenroscar sus pequeñas lenguas rizadas.
"Ven acá, tú."
Si algo sabe la Chica Mariposa sobre sí misma, es que jamás podría vivir sin ellas. Siempre se acostumbra a verlas, se olvida incluso de que existen, hasta que una mañana abre los ojos y de repente eso que tan bien conocía se vuelve nuevo otra vez. Y no se puede negar, es una vista espectacular. Tanto que le agita por dentro recordar quién es tan de golpe. Sí, lo habéis adivinado. Mariposas en el estómago.
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Y, chicos, aunque no tenga mucho sentido para nosotros, por no decir nada en absoluto, otra cosa que la Chica Mariposa sabe sobre sí misma es que siempre tendrá esas mariposas en el estómago para su Chico Tiburón.
Esto es una gilipollez, pero bueno... Como acabo de publicar mi entrada número 69 (esta es la 69+1!), pensé que sería una lástima desaprovechar la ocasión. ¡Hay que celebrar! Así pues, esta entrada va especialmente dedicada a cierta persona y a sus... ying-yangs. ¡Brindemos por esos ying-yangs! ¡Brindemos por las sonrisas pícaras, por las sobredosis de endorfinas! ¡Brindemos por nuestros cuerpos y el poder compartirlos y sobre todo sobre todo... brindemos porque por fin viene a cuento que utilice estos maravillosos gifs!
(Sisi, va por ti, "Amelie".)
Sed felices, animalillos, así me hacéis felices a mí ;)