Todo esto pasa cada vez que los imparables se suben a su coche:
Se olvida el pasado, se deja todo atrás. No importa ni dónde estén, ni a dónde vayan. Todo se convierte en nuevo. No importa el tiempo que haya pasado, y el tiempo futuro... simplemente no existe.
No importa a quiénes hayan dejado, ni a quiénes vayan a conocer. Solo importa el momento.
Veréis, todos los imparables están adictos al avance.
Si pudieran volar o respirar bajo el agua,
jamás se detendrían.
Su sueño es ser el viento, seguir, y seguir, y seguir y continuar,
y así harán durante el resto de sus vidas
hasta apagarse.
¿Y quién sabe lo que harán después?
Como los imparables tienen una parte humana, las paradas son para llevarse algo consigo (de nuevo esa lucha por mantenerse jóvenes, puros, eternos. Que todo dure para siempre se ha convertido en un juego del que se ríen y ríen, porque saben que algún día perderán, pero... ¿a quién le importa? A ellos no. Para ellos el destino es ir, no llegar.)
Vámonos ¡YA!
Quiero no saber ni qué día ni qué hora es, y caer agotada en tierra que nunca he pisado antes.
Me enciendes esas ganas de perderme contigo.
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